Me parecen arriesgadas las conclusiones de La Vanguardia acerca del buen clima registrado en el Bernabéu. “El ciudadano –se decía ayer en portada- no comparte la crispación del debate político”. Es cierto, no obstante, que los seguidores del Real Madrid mantuvieron un comportamiento ejemplar frente al majestuoso vendaval del Barça. Cabe afirmar que la hinchada blanca se rindió -con caballerosidad admirable- ante el juego de Ronaldinho y sus compañeros.Al respecto, la exhibición de los jugadores culés sirvió de bálsamo. La reacción del madridismo fue la de aquellos que asumen la impotencia desde la razón. También se puede interpretar lo sucedido como una muestra de irritación respecto al club de sus amores. “Estoy tan cabreado con los míos que hasta aplaudo al Barça”, debieron de pensar miles y miles de socios y simpatizantes del Madrid. Este fenómeno no es, por cierto, inusual en el fútbol.
Más de acuerdo estoy con uno de los párrafos del artículo del director adjunto de ese diario, Alfredo Abián: “Si los redactores del proyecto de Estatut hubieran tenido una milésima parte del virtuosismo deportivo exhibido por los azulgrana, buena parte del resto de España quizá no estaría dando botes, pero tampoco nos estaría silbando”. El Barça fue respetado e incluso ovacionado en el terreno de su rival más temido porque hizo un fútbol maravilloso. Pero, en cambio, ni el redactado del Estatut, ni algunas de las expresiones vertidas por determinados políticos catalanes pasarán al catálogo de las cosas bien hechas. Aunque ello, por supuesto, no justifique la crispación abrumadora de la derecha española.
Pronto los políticos catalanes dispondrán de una oportunidad irrepetible. Si se mueven con la cintura de Eto'o la inteligencia felina de Ronaldinho, la entrega total de Puyol y la seguridad de Víctor Valdés vencerán en Madrid. Pero no deben olvidar nunca que –como dijera Unamuno- no es suficiente vencer, sino también convencer. Ahora lo que está en juego es nada menos que la concordia general, y la convicción de que el nuevo Estatut o se consigue con este Gobierno o el próximo lo verán, con suerte, nuestros nietos cuando lleguen a abuelos.
Enric Sopena
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