Ha tenido que transcurrir casi un siglo, concretamente 98 años, para que los colombianos hayan reelegido a un presidente constitucional. Lo han hecho en la persona de Álvaro Uribe y de una forma rotunda, ya que ha recibido más del 62% de los sufragios emitidos, lo que le ahorra el trámite de la segunda vuelta. La abstención fue alta, del orden del 55%, pero menor que en ocasiones anteriores. Ni siquiera los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) recomendaron esta vez el boicot a las urnas. .
Lo primero que cabe afirmar en relación con la victoria de Uribe, especialmente a la luz de otros procesos electorales en curso o recién celebrados en Iberoamérica, es que allí se ha impuesto con claridad un candidato de la derecha y fiel aliado de Estados Unidos. Aunque procedente del Partido Liberal, Uribe se ha presentado como independiente y recibió el apoyo del Partido Conservador, que no presentó candidato.
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La reelección de Uribe acaba asimismo de forma definitiva con el artificial bipartidismo entre liberales y conservadores que a trancas y barrancas llevaba gobernando -es un decir- el país desde la firma, hace casi medio siglo, del llamado pacto de Sitges (1957), y da paso ahora a un escenario político más homologable con el del resto del continente. Y es que Colombia, dentro de los países formalmente democráticos, es probablemente el caso más llamativo de la abdicación por parte del Estado de gran parte de las funciones cuyo desempeño se le supone, incluyendo el control del territorio. Dos dilatadas lacras -el sangriento y multimillonario narcotráfico y una guerrilla anclada en los postulados revolucionarios de hace cuarenta años- han colaborado a tal estado de cosas, así como unas fuerzas paramilitares surgidas en buena parte al calor de la inhibición del Estado y que ahora Uribe pretende integrar en la sociedad colombiana.
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Por otra parte, en las elecciones del domingo se produjeron los primeros indicios de que la izquierda colombiana puede integrarse en el sistema, ya que el candidato del Polo Democrático Alternativo (PDA), Carlos Gaviria, obtuvo un nada desdeñable 22% de los votos y relegó al candidato del Partido Liberal, Horacio Serpa, a la tercera posición. No hay motivos para lanzar las campanas al vuelo, especialmente en la cuestión del narcotráfico, pero es evidente que la seguridad y la economía han mejorado en el primer mandato de Uribe, algo que -obviamente- han valorado sus compatriotas.
Editorial de La vanguardia 30.05.06
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