Es la hora de las decisiones

El proyecto de nuevo Estatut ha culminado en el Senado los trámites parlamentarios previstos. En espera de la decisión final de la ciudadanía de Catalunya, la reforma debe ser "un éxito colectivo para la sociedad catalana y para toda España", en palabras del presidente Zapatero. El camino del Estatut, sin embargo, ha reflejado los peores momentos de la clase política catalana, dominada por el tacticismo, cuando no la frivolidad. Y ha reflejado, asimismo, una intolerable ola de catalanofobia, con costes empresariales y sentimentales. Pero también ha reflejado imágenes positivas, como la presentación que los tres líderes catalanes - Mas, De Madre y Carod- hicieron en el Congreso, en un tono cordial y dialogante que, de haberse traducido previamente en el texto, habría facilitado enormemente las cosas.
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La síntesis estatutaria pactada por todos los partidos, excepto PP y ERC, es buena para Catalunya y para España. Reconoce la nación catalana asociándola al constitucional concepto nacionalidad; deslinda las competencias; limita el recurso de las leyes de base con que la Administración central laminaba la autonómica; incluye los derechos históricos; crea un sistema judicial compartido; facilita reformas territoriales; asegura que la solidaridad catalana no perjudicará el ritmo económico catalán; reconoce la relación bilateral entre Estado y Generalitat mediante una comisión federalizante; equipara Estatut y Lofca, y compensa el déficit de infraestructuras.
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La decisión final de ERC de votar NO en el referéndum es legítima, pero colma el vaso de las contradicciones del Govern de Maragall. En lugar de ofrecer seguridad y claridad, introduce desconcierto. La sociedad catalana no puede permitirse el pesimismo, el ridículo y la falta de horizontes que el no supondría. Pero para que el SI del Govern sea creíble es preciso que el president prescinda de ERC. Y también que anuncie elecciones anticipadas. Hoy mejor que mañana. La convocatoria electoral es necesaria no sólo para aclarar el oscuro y decepcionante panorama político presente, sino para proteger el Estatut. Si los catalanes irritados con su clase política disponen después del referéndum de una oportunidad para castigar a los políticos responsables del actual desaguisado, no caerán en la tentación de castigar con su abstención o su voto negativo este razonable, positivo, esperanzador instrumento político y económico que será el nuevo Estatut. Es la hora de las decisiones.