Sin alternativas

La querencia por la trifulca está tan asentada en el Partido Popular que se ejercita hasta para los tiempos de intervención que en el debate sobre el Estado de la Nación están establecidos con precisión. Al final, las señas de identidad del PP son la bronca. Es posible, incluso, que el diseño de este debate esté inclinado a favor del Gobierno, pero nunca el partido que dispone de mayoría parlamentaria quiere modificarlo, por lo que habrá que colegir que está dibujado para favorecer a todos los gobiernos.
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El presidente del Gobierno expuso un catálogo de los logros del ejecutivo que tuvo respuesta bronca por la oposición sin que se adivinasen proyectos alternativos. Sigue empecinado Mariano Rajoy en dibujar un panorama sombrío hasta la catástrofe y como esos horizontes no se ven por ninguna parte, su parroquia está cada vez más reducida a los incondicionales que son, también, los más extremistas. Con el resultado de ayer en la mano, ganarán espacio en el Partido Popular los padrinos de las tesis más radicales que verán, incluso, en la actitud del presidente del Congreso una persecución sistemática que se convierte en su único oxigeno para la vida. Llevan tal recorrido hacia el victimismo que entre las polémica por la detención de los presuntos agresores de José Bono y el reparto de los tiempos de Manuel Marín se les escapa la vida de esta legislatura sin subir un ápice en las encuestas de opinión.
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Hay que agradecer que en medio de la turbamulta Mariano Rajoy haya tenido el sentido de la responsabilidad de no entrar a matar en el tema del proceso de paz en el País Vasco. Un gesto importante que revela que todavía hay margen para un entendimiento de fondo en este tema capital.
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Los jóvenes han vuelto a ser las estrellas de los sueños de Rodríguez Zapatero. Les ha prometido medidas para estudiar idiomas y para poderse emancipar de sus padres mediante alquileres con deducción en el IRPF. Este es, probamente, un síntoma de que el presidente se encuentra sobrado y que la liquidez de las arcas del estado da para gestos electoralistas con arraigo entre las capas que más apoyo tiene el inquilino del Palacio de La Moncloa.
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Por lo demás, se está cumpliendo el trámite litúrgico del debate sobre el estado de la Nación sin que se haya descubierto ningún horizonte nuevo: la política nos deparará más de lo mismo en donde el gobierno se sentirá tanto más cómodo cuanto esté echado al monte el principal partido de la oposición que prefiere agitar antes de mostrar alternativas.
Carlos Carnicero