Por primera vez la Unión Europea ha tomado conciencia de que el problema de la creciente inmigración que llega a Canarias también es un problema comunitario y no únicamente español. Así cabe entender la reciente decisión adoptada por Bruselas de ayudar a España con un dispositivo de control de las costas de Canarias, de Senegal y de Mauritania formado por patrullas aéreas y navales en las que participarán ocho países miembros. Será la Agencia Europea de Control de Fronteras la que gestionará este plan, lo que supone resucitar el reconocimiento, muchas veces olvidado, de que Canarias es frontera europea. .
En verdad no es mucha la ayuda conseguida, pero es un primer paso. A partir de ahí, en el Consejo Europeo de junio el presidente español, Rodríguez Zapatero, deberá exigir mucho más apoyo de sus socios europeos para frenar la llegada ilegal de ciudadanos africanos a las llamadas Islas Afortunadas, cuyo número supera ya los 7.500 en lo que va de año.
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Pero, dicho esto, hay que volver a insistir en que no es con el control de fronteras y con barricadas policiales y militares por tierra, mar y aire como Europa solucionará el problema de la inmigración ilegal africana. La UE debería plantearse seriamente la puesta en marcha de un gran plan Marshall para el continente africano con objeto de incrementar sus niveles de desarrollo, dar trabajo a sus jóvenes y frenar con ello la atracción que ejerce Europa. Es la única alternativa eficaz a medio y largo plazo para solucionar el problema. El ministro de Finanzas británico ya intentó liderar una iniciativa de este tipo en el seno del grupo de los ocho países más ricos (G-8), pero se quedó a medias con sólo un compromiso de condonación de la deuda, que a todas luces es insuficiente.
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España intenta ir por ese camino de ayudar económicamente a los países africanos emisores de emigración, con compromisos de repatriación de sus ciudadanos y con acuerdos de cooperación para ordenar el flujo migratorio. Ya ha puesto en marcha una ofensiva diplomática. Pero nuestro país solo no puede. El resto de Europa debe comprometerse también a fondo. El problema es de todos.
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