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El Gobierno y los agentes sociales -patronales y sindicatos- cerraron ayer el acuerdo sobre la reforma laboral en la que han trabajado durante el último año. Si cualquier acuerdo entre todas las partes es siempre una buena noticia, en materia laboral difícilmente podían haber acordado menos. La reforma es una minirreforma y los problemas que estaban planteados antes del inicio de la negociación subsisten en buena medida. La propuesta empresarial de generalizar la indemnización por el despido en 33 días no se ha puesto ni encima de la mesa y el capítulo de modificación de la negociación colectiva ni se ha abordado. No estamos, por tanto, ante una reforma ambiciosa -es posible que los diferentes compromisos electorales que se dibujan ya en el horizonte tampoco hayan dado para más-, sino ante la solución a algunos problemas como el de los contratos temporales y la estimulación de los contratos indefinidos. Habrá que esperar a la próxima legislatura y a un nuevo tiempo político para ver de qué son capaces gobierno, patronales y sindicatos. Pero no deja de ser una lástima que los buenos datos económicos que se producen en España -ayer se supo que la economía había crecido un 3,5% en el primer trimestre y la reducción del paro en abril ha sido importante- no hayan empujado a una negociación mucho más ambiciosa.
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