Fascistas en San Jerónimo

Vicente Martínez Pujalte es el heredero natural de Luis Ramallo, otro chillón solemne que acabó usando calzoncillos de cuarenta mil pesetas, de una marca tan de lujo que no se si me atrevo a nombrarla; regalos de empresa. Luis Ramallo fue diputado fustigador-jefe de los gobiernos de Felipe González y luego recibió su premio en nombramientos que le permitieron hacer fortuna. Así reacciona la derecha más dura con sus centuriones: los premia después de la trifulca.
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Martínez Pujalte es conocido por sus exabruptos en los momentos más álgidos de la tensión política que se encarga de disparar hasta los parámetros de lo insoportable. Lo ha demostrado en todo el proceso de la Comisión de Investigación del 11-M. Como además sus gamberradas son aplaudidas por los corifeos de su partido, tenemos matón para rato. Ocurre en las películas del Oeste y sucedía en cada pueblo del bando nacional cuando la victoria estaba asegurada. La actitud de Martínez Pujalte recuerda los mejores momentos de Batasuna en el Parlamento Vasco: cualquier día el diputado del PP pone cal viva en el escaño de un diputado socialista para aumentar el tamaño de su ofensa. Al final, como premio a una dedicación tan acuñada, ha recibido el honor dudoso de ser el primer diputado de la historia de la democracia en ser expulsado del Congreso de los Diputados. El ministro Alonso ha estado en su sitio, como todo buen demócrata, frente a las provocaciones fascistas.
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Su señoría, Martínez Pujalte, es zafia en todos los aspectos que se le conocen y en sus actitudes se reflejan las señas de identidad de la derecha más insoportablemente dura de la historia de España. Sus ademanes son groseros, su verbo autoritario y su semblante, permanentemente crispado.
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Martínez Pujalte no tiene categoría para constituirse en problema. Es solo la manifestación extemporánea de una derecha española que no encuentra espacio en la modernidad. Como los capataces de las haciendas feudales es más cruel que los dueños. En la India, a quienes actuaban así, les llamaban Cipayos, porque operaban por una delegación sobreactuada de los mandatos coloniales. Luego terminaron por rebelarse. Martínez Pujalte no llegará muy lejos en política y, a lo mejor, termina, como Ramallo, recibiendo como regalo calzoncillos de Loewe.
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Carlos Carnicero

1 comentaris:

  Ruben

12 de maig, 2006 23:18

os recomiendo encarecidamente la lectura del clasico Martinez el facha...cada miercoles en "el Jueves" en tu quiosco...