Es realmente difícil no estar de acuerdo con Felipe González porque sus reflexiones políticas, casi siempre, están ancladas en el sentido común. No se prodiga mucho y sus silencios son casi tan elocuentes como sus escasas comparecencias. En la última ha dicho cosas notablemente evidentes sobre el proceso de diálogo con ETA que puede abrirse, si realmente se confirman las condiciones para ello..
En primer lugar hay una cosa extremadamente obvia pero imprescindible: cualquier precio político que se le pudiera pagar a ETA sería una legitimación de la violencia pasada y futura y la demostración de su rentabilidad. No se trata, siquiera, de lo que se pueda o no se pueda hacer dentro del marco de la ley, sino de la obligación que tienen los poderes públicos de que todo lo que se conciba en este proceso sea ejemplarizador de que el uso del terrorismo nunca puede llegar a constituirse en una ventaja que posibilite algún tipo de logros.
En primer lugar hay una cosa extremadamente obvia pero imprescindible: cualquier precio político que se le pudiera pagar a ETA sería una legitimación de la violencia pasada y futura y la demostración de su rentabilidad. No se trata, siquiera, de lo que se pueda o no se pueda hacer dentro del marco de la ley, sino de la obligación que tienen los poderes públicos de que todo lo que se conciba en este proceso sea ejemplarizador de que el uso del terrorismo nunca puede llegar a constituirse en una ventaja que posibilite algún tipo de logros.
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“Si alguien va a hacer, algún día, el discurso de hijos pródigos que vuelven a casa, que no cuenten conmigo”, ha declarado también el ex presidente del Gobierno. No está nada mal que quien tiene una experiencia política tan acreditada recuerde, desde la tranquilidad que da la ausencia de responsabilidades directas, que los pies tienen que estar en la tierra.
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Hay en el ambiente una sana y razonable euforia por la posibilidad cierta de que el uso de la violencia pase a la historia. Pero esa alegría no puede ser el detonante de ninguna prisa que conduzca a equivocaciones de índole práctica o simbólica. El Estado de Derecho tien enfrente a una banda terrorista que, a lo que parece, quiere disolverse. Frente a la posibilidad de aliviar y acortar el tránsito para esa desaparición, la democracia española tiene madurez suficiente para arbitrar algunas medidas que faciliten a los delincuentes el abandono de su actitud. Pero nunca se puede pretender que se les considere “hijos pródigos”. La condición del arrepentido es muy distinta, porque significa, en primer lugar, el reconocimiento de sus delitos y su disposición a hacer lo necesario para reparar, en la medida de lo humanamente posible, el daño causado. En esa hipótesis, y solo en esa, la sociedad se puede permitir el lujo de ser generosa.
Carlos Carnicero
El Plural 21.04.06
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